La Mulata de Córdoba

Cuenta la leyenda que durante la época del Virreinato, cuando muchas personas morían a manos de la Santa Inquisición acusadas de brujería o de prácticas que iban en contra de la religión, vivía en la ciudad de Córdoba una mujer mulata de extraordinaria belleza, su madre era una mujer negra y su padre un español.

Esta mujer a la que todos llamaban "La Mulata" tenía una belleza tan abrumadora que cualquier caballero que la miraba se enamoraba perdidamente de ella y así, su fama poco a poco fue extendiéndose más allá de la región de Córdoba. Fueron muchos los gentiles hombres trataron en vano enamorar a la mujer, pues esta siempre mantenía las puertas de su casa cerradas y rechazaba a cualquiera.

Por ese entonces, utilizando sólo las hierbas del campo y sin un conocimiento aparente de herbolaria comenzó a curar a campesinos de enfermedades que incluso los médicos no podían vencer, además, predecía tormentas y realizaba hechizos.

Con el tiempo la gente llegó a sospechar de su singular belleza, de la gran facilidad para curar a los enfermos y de su eterna soltería, así que no tardó en esparcirse el rumor de que la Mulata era amante del diablo, razón por la cual podía curar cualquier enfermedad, además de mantenerse siempre joven y hermosa.

Hubo personas que decían que si se pasaba por su casa durante las noches se podían escuchar ruidos temibles, llantos, lamentos y que se veían llamas en el interior de la vivienda, muchos también contaron que era posible verla en distintos lugares de Córdoba al mismo tiempo.

Pronto todos los pobladores comenzaron a temerle y los rumores no tardaron en llegar a los oídos del Tribunal del Santo Oficio, donde decidieron apresarla y conducirla hasta el puerto de Veracruz, donde, después de haberla encontrado culpable de practicar brujería y mantener pacto con el diablo, la encerraron en el castillo de San Juan de Ulúa donde se le preparaba un auto de fe para condenarla a la hoguera.

Pero un día, la Mulata en su mazmorra, le dijo al carcelero que le llevara un pedazo de carbón, el carcelero le dijo que en lugar de pedirle carbón le rogara al santísimo por la salvación de su alma, pero seducido por la altiva y hermosa presencia de la Mulata, le llevó lo que pedía.

Al otro día la Mulata le gritó al carcelero que fuera a ver lo que había pintado en la pared, este, al ver el velero pintado en la pared de la cárcel quedó sorprendido de la maestría y el realismo con que había sido pintado el velero, la Mulata, divertida por la reacción del carcelero le preguntó: ¿Qué es lo que le falta a esta embarcación? A lo cual contestó presuroso “andar”, “Pues mira como anda” le respondió la Mulata subiendo por las escalerillas del barco. Y fue así como desapareció para siempre la hermosa Mulata.